Cada 31 de diciembre, al llegar la medianoche, las personas de distintas latitudes del mundo celebran el fin de un año y dan la bienvenida a uno nuevo cargado de sueños y propósitos. La alegría de esta celebración se acompaña de un sinfín de cábalas, que han trascendido generaciones. Estas prácticas están ligadas a la esperanza de atraer buena suerte, prosperidad y amor en el año venidero.
Las cábalas tienen una gran presencia en la vida cotidiana de muchos peruanos. Durante la última noche del año, los hogares se llenan de rituales que, aunque pueden parecer curiosos o poco convencionales para algunos, son tomadas muy en serio por quienes las practican.
Si bien los actos simbólicos varían según las necesidades de las personas, algunos han permanecido vigentes a lo largo del tiempo, adaptándose a las nuevas generaciones sin perder su significado.
Una de las tradiciones más conocidas es la de comer 12 uvas a la medianoche. Cada uva representa un deseo o propósito para cada mes del nuevo año. La idea es que, al comerlas, se piden deseos específicos para cada mes, asegurando que el año estará lleno de éxito y bienestar.
Otra cábala popular es la de las maletas. Para quienes desean viajar en el año venidero, existe la tradición de salir con una maleta vacía a la calle justo después de la medianoche. Se cree que este acto atraerá viajes y aventuras durante el nuevo ciclo.
En el ámbito de la prosperidad económica, uno de los rituales más comunes es colocar billetes de alta denominación en la billetera o en el bolsillo durante la noche del 31 de diciembre. Esto simboliza la atracción de dinero y abundancia para el nuevo año.
Es importante señalar que, para muchos, la tradición incluye usar ropa interior de color amarillo en la noche del 31 de diciembre, ya que este color se asocia con la buena suerte y la prosperidad en el año que está por comenzar.
Las personas que desean amor y relaciones felices, por su parte, suelen seguir el ritual de abrazar a su pareja o a un ser querido a la medianoche, con la esperanza de fortalecer los lazos afectivos. Algunos, además, colocan una rosa roja en su habitación para atraer el amor durante el nuevo año.
Finalmente, existe una cábala que consiste en realizar una limpieza minuciosa en el hogar antes de la llegada del nuevo año. Este acto implica barrer la casa y deshacerse de objetos innecesarios o envejecidos, simbolizando el alejamiento de las malas energías del ciclo que finaliza y la apertura a un nuevo comienzo lleno de oportunidades para prosperar.
En Cusco, el Año Nuevo es una ocasión cargada de rituales ancestrales, especialmente los despachos a la Pachamama, la Madre Tierra. Este acto de agradecimiento incluye ofrendas como hojas de coca, flores y semillas, que se queman en una fogata como símbolo de gratitud y un pedido de prosperidad para el año venidero.
La tradición sigue viva en la región, con los habitantes llevando sus hojas de coca en chuspas, pequeñas bolsas de lana o cuero, para cumplir con este ritual que conecta con el futuro y preserva las creencias de sus ancestros.
A lo largo de esta festividad en Cusco, algunos amuletos se convierten en símbolos de buena suerte. Los ramilletes de espigas de trigo y billetes falsos son comunes para atraer abundancia económica. El muñeco Ekeko es venerado encendiéndole un cigarro como ofrenda para pedir fortuna. También son populares los huayruros, semillas rojas y negras que representan protección.
Además de las ofrendas y los amuletos, los baños de florecimiento son una práctica importante en diversas regiones del país, como Cusco, Arequipa, Ayacucho y Puno. Este ritual de purificación espiritual se realiza con aguas florales que simbolizan el renacer del alma y el inicio de un nuevo ciclo.
En la Amazonía, la celebración del Año Nuevo tiene un toque peculiar, con brindis de cócteles exóticos preparados con plantas locales como el camu camu, aguaymanto y sacha inchi. Se cree que estos tragos atraen buena suerte y alejan las malas energías.
Respecto al ámbito culinario, es sabido que en los Andes se disfrutan platos como el rocoto relleno, el cuy y la pachamanca; esta última es una mezcla de carne y papas cocidas bajo tierra. En la Amazonía, las familias disfrutan de pescados de río, frutas exóticas y tubérculos autóctonos, que celebran la riqueza natural de la región.