viernes, 24 enero, 2025
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Trump se ve como el líder de un auge global de la derecha, pero no todos los partidos son iguales

BERLÍN.-En el inicio de su segundo mandato, el presidente Donald Trump se colocado a sí mismo en la cresta de la ola global de populismo conservador de línea dura, inspirando y fogoneando el surgimiento de partidos nacionalistas en la Unión Europea (UE) y más allá.

En general, lo que une a esos partidos son su postura dura contra los inmigrantes, su apoyo a lo que llaman valores “tradicionales” en oposición a los derechos LGBT, su rechazo a las regulaciones para frenar el cambio climático y su crítica feroz a los políticos y partidos del establishment.

En mayor o menor grado, algunos, aunque no todos, también han buscado debilitar o socavar las instituciones de sus países, como la Justicia o los medios de comunicación independientes, en un intento, según sus críticos, de erosionar la democracia y mantener un control autoritario del poder.

President Donald Trump listens in the Roosevelt Room at the White House, Tuesday, Jan. 21, 2025, in Washington. (AP Photo/Julia Demaree Nikhinson)�Julia Demaree Nikhinson� – AP�

En ese amplio espectro de partidos hay que incluir a Alternativa para Alemania (AfD), que trata de ampliar su atractivo antes de las elecciones del mes próximo pero sigue haciéndole guiños a los lemas del nazismo; Hermanos de Italia, el partido de Giorgia Meloni que proviene del posfascismo pero se moderó tras llegar al poder; Agrupación Nacional, que después de un prolongado intento por suavizar su imagen tiene más legisladores que nunca en Francia; y el Partido de la Libertad de Austria, fundado por exsoldados nazis hace décadas y que adoptó una imagen combativa para ganar las elecciones del otoño boreal pasado.

Pero los partidos difieren entre sí, y de Trump, en varios aspectos cruciales. En lo discursivo, Trump se sitúa en un extremo del espectro de políticos y partidos de derecha que no tienen reparos en utilizar un lenguaje abiertamente racista o incendiario para denigrar a los inmigrantes y a sus opositores políticos.

En algunos casos, como con su llamado a deportar a millones de inmigrantes indocumentados, Trump ha prometido cambios que muchos de sus más fervientes seguidores en Europa no han podido cumplir.

Desde que se convirtió en primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, por ejemplo, tuvo que dar marcha atrás con muchas de sus posturas más duras. En más de un sentido, marcó la hoja de ruta para los líderes de extrema derecha que buscan ganar y mantener el poder en Europa: hablar con vehemencia, pero virar hacia el centro en algunos temas, sobre todo, en cuanto al apoyo a Ucrania.

Meloni, junto a Milei, en la asunción de TrumpKEVIN DIETSCH – GETTY IMAGES NORTH AMERICA

Trump puede estar proporcionando una hoja de ruta alternativa, menos componedora y más enfática. Y los expertos dicen que incluso Meloni, que asistió a la investidura de Trump, y los partidos de derecha de Europa podrían verse tentados a seguirlo por ese camino.

“Las barreras están cayendo”, dice la destacada politóloga italiana Nathalie Tocci.

A continuación, una comparación de las posturas de los principales partidos populistas conservadores de la Unión Europea y las posturas de Trump en cuestiones claves:

Trump prometió ponerle fin de inmediato a la guerra, aunque no dijo cómo. En Europa, el apoyo a Ucrania divide a los partidos de derecha, y los que adoptan posiciones ambiguas o prorrusas quedaron relegados a los márgenes. Muchos de ellos consideran a la Rusia postsoviética como un bastión de los valores tradicionales, pero su invasión de gran escala a Ucrania opacó su atractivo, al menos para algunos.

“Hay diferencias entre el partido Hermanos de Italia de Meloni y otras fuerzas, como el partido Fidesz del primer ministro húngaro, Viktor Orban”, dice Carlo Fidanza, jefe de la delegación de Meloni ante el Parlamento Europeo. “Y la principal diferencia es sobre Ucrania”.

Meloni ha adoptado una firma postura a favor de Ucrania, así como la mayoría de los aliados de Italia en la UE, y ha dicho que sería un “error” abandonar al gobierno de Kiev.

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, hablan en una conferencia de prensa conjunta durante una visita a Ucrania con motivo del segundo aniversario del inicio del conflicto con Rusia, el 24 de febrero de 2024Benoit Doppagne� – Belga�

En Hungría, sin embargo, el partido Fidesz se opone rotundamente a toda ayuda militar a Ucrania y a las sanciones de Europa contra Rusia por la guerra, a la que culpa de la alta tasa de inflación y al pobre crecimiento económico de Hungría en general. (La economía húngara depende desde hace mucho de la relativamente barata energía rusa).

Desde que comenzó la invasión, Orban se reunió con Vladimir Putin en dos ocasiones, presentándose como un “pacificador” y denunciando como belicistas a los aliados de Hungría en la UE y la OTAN.

La guerra en Ucrania rompió los estrechos vínculos que tenían Orban y el partido derechista polaco Ley y Justicia (PiS), que gobernaba Polonia cuando Rusia invadió, en febrero de 2022.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, se reúne con el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, en el Kremlin en Moscú el 5 de julio de 2024VALERY SHARIFULIN� – POOL�

Pero otros líderes de la extrema derecha están más cerca del bando de Orban. Herbert Kickl, el hombre a punto de convertirse en canciller de Austria, y su Partido de la Libertad han establecido vínculos con Moscú y suelen criticar la intervención europea en Ucrania.

Alice Weidel, candidata a canciller por Alternativa para Alemania (AfD), cuyo mayor apoyo está en el este de Alemania, donde la afinidad con Rusia es muy fuerte, ha acusado a la dirigencia política alemana de provocar una escalada “muy peligrosa” del conflicto por apoyar a Ucrania.

En Francia, en 2014, Agrupación Nacional recibió de un banco ruso un préstamo de 9,4 millones de euros, —unos 12,2 millones de dólares de entonces—, y Marine Le Pen, líder del partido desde hace mucho tiempo, dijo una vez que “admiraba” a Putin.

El presidente ruso Vladimir Putin estrecha la mano de la entonces candidata presidencial francesa de ultraderecha, Marine Le Pen, en el Kremlin en Moscú, Rusia, el 24 de marzo de 2017

Sin embargo, desde la invasión rusa, que Agrupación Nacional y sus principales dirigentes han condenado, el partido ha tratado de reposicionarse, aunque apenas ligeramente. El partido no se opone a enviarle a Ucrania equipamiento defensivo, pero se opone enérgicamente a proporcionarle armas ofensivas. También se ha opuesto repetidamente a algunas de las sanciones a las exportaciones rusas —especialmente de energía— y ha rechazado la posibilidad de que Ucrania se una a la Unión Europea o a la OTAN.

Muchos de los partidos de extrema derecha de Europa comparten la retórica incendiaria de Trump, denigrando a sus enemigos, presentándose como “outsiders” y victimizándose.

Durante años Meloni denunció lo que según ella era el “reemplazo étnico” de los italianos por inmigrantes, y reclamaba un bloqueo naval contra los inmigrantes ilegales que llegaban por mar. Desde que asumió el cargo, sin embargo, ha suavizado sus diatribas. Mientras que el lunes Trump calificó la llegada de inmigrantes a Estados Unidos como una “invasión”, hace tiempo que Meloni dejó de usar esa palabra.

Sin embargo, sigue utilizando un lenguaje polarizador para para dirigir virulentos ataques contra la izquierda, los periodistas, los sindicalistas, los jueces y el multimillonario donante progresista George Soros. También sigue oponiéndose a la paternidad homosexual y a la enseñanza de la teoría de identidad de género en las escuelas.

En Francia, Agrupación Nacional ha intentado distanciarse de los estallidos racistas, antisemitas y homofóbicos de su fundador, Jean-Marie Le Pen, fallecido este mes. Como parte de su prolongado esfuerzo por desdemonizar a su partido, su hija Marine viene intentando desviar la atención y centrarse en los problemas que afectan el bolsillo de los franceses.

Ese viraje hizo que el partido avanzara en las elecciones, aunque muchos expertos lo describen como puro marketing electoral, y agregan que el incansable enfoque del partido en la protección de la identidad francesa y su afán por cambiar la Constitución para restringir los derechos de los extranjeros todavía lo definen en Francia como un partido de extrema derecha.

Líder del Agrupación Nacional de extrema derecha francesa Marine Le Pen, izquierda, y candidato principal del partido para las próximas elecciones europeas, Jordan Bardella, durante una reunión política el 2 de junio de 2024 en París.Thomas Padilla� – AP�

En Alemania, donde a fines de febrero los votantes elegirán nuevo gobierno, el partido Alternativa para Alemania también está tratando de suavizar su imagen: como su abanderada en la carrera electoral ha elegido a Weidel, una economista lesbiana que vive en Suiza con su pareja e hijos esrilanqueses.

Weidel y su partido están intentando ampliar su base electoral con la ayuda del multimillonario Elon Musk, firme partidario de AfD. Pero Weidel y el partido le dicen a cada parte de la audiencia lo que quiere escuchar.

Hay sectores de AfD oficialmente clasificados como extremistas por el gobierno alemán. Pero en una reciente y amable entrevista con Musk, Weidel le dijo que AfD era “un partido libertario conservador”.

La líder del partido alemán AfD, considerado de extrema derecha, es Alice WeidelGetty

Pocos días después, militantes de AfD saludaron a Weidel al grito de “Alicia para Alemania”, juego de palabras con el viejo estribillo nazi “Todo para Alemania”, un lema cuyo uso hoy es un delito en Alemania.

Pero algunos partidos no han suavizado su tono en absoluto. En las recientes elecciones en Austria, el Partido de la Libertad ganó terreno cuando redobló sus ataques contra los inmigrantes y el Islam.

Los miembros del partido se han regodeado con el uso de eslóganes con reminiscencias nazis, incluido Kickl: el Partido de la Libertad hizo campaña con la promesa de que Kickl sería un “Volkskanzler”, el “canciller del pueblo”, un término que utilizaba Hitler.

Trump prometió deportar a todos y cada uno de los millones de inmigrantes que viven ilegalmente en Estados Unidos. Si bien la inmigración está en el epicentro de la agenda política de todos estos partidos en Europa, las ideas sobre cómo abordar la problemática difieren.

AfD ha prometido deportar a los algunos inmigrantes recién llegados a Alemania que cometen delitos, pero no a otros que aprenden alemán o se asimilan de alguna otra manera a la sociedad alemana.

El partido Fidesz de Hungría ha denunciado a los inmigrantes como una amenaza para la salud pública y como potenciales terroristas.

En cuanto a Meloni, ha dicho que solo se opone a la inmigración ilegal y reconoció la necesidad de la inmigración legal. La primera ministra italiana ha presentado un plan muy controvertido para transferir a los solicitantes de asilo a centros en Albania mientras sus casos son evaluados, y ha manifestado su apoyo a una legislación que distribuya a los inmigrantes que ingresan a los países de llegada —como Italia y Grecia— entre otras naciones de la Unión Europea.

Italy’s Prime Minister Giorgia Meloni looks on during a joint press conference with Lebanon’s caretaker prime minister at the government palace in central Beirut on October 18, 2024. (Photo by Anwar AMRO / AFP)�ANWAR AMRO� – AFP�

Otros líderes nacionalistas de países más alejados de la costa del Mediterráneo se opusieron a la idea. En Francia, Agrupación Nacional quiere reducir drásticamente la inmigración, eliminar la ciudadanía por nacimiento, obligar a quienes buscan asilo a solicitarla desde el extranjero, y privilegiar a los franceses incluso por encima de los inmigrantes legales en lo que respecta a los servicios sociales y la vivienda subvencionada. El partido sostiene que es necesario reducir la inmigración para liberar fondos para otras áreas, como la atención sanitaria, y también para proteger la identidad francesa.

Por Jim Tankersley, Emma Bubola, Andrew Higgins y Aurelien Breeden

Traducción de Jaime Arrambide

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