Antes de tocar el timbre, desde la puerta de la casa, se puede ver, a través de un enorme ventanal vidriado, un espacio despojado y lleno de luz.
Victoria abre la puerta con una sonrisa, dispuesta a mostrarnos no sólo su hogar sino también su amado proyecto donde se conjugan estilo y pureza visual en un equilibrio preciso. La arquitecta Victoria María Falcón, socia del Estudio Pinto da Mota, es una de las creadoras y quien vive en esta casa.
En un terreno de 9 x 13 m², ubicado en la esquina de Juan Pablo Sáenz Valiente y Bavio, en el barrio de Núñez, diseñaron una casa de 280 m² aprovechando cada centímetro con inteligencia, precisión y un diseño impecable.
Al ingresar, llama la atención la luz que cae sobre la escalera, iluminando el ambiente inundado de blanco, en armonía con el mármol de los escalones.
El gestor de la idea, junto con Victoria, es el arquitecto Nicolás Pinto da Mota, su socio en el estudio. Sentados en el living, cuentan que ellos se conocieron hace 15 años, dando clases en una universidad. Victoria sigue dando clases en la Universidad de Belgrano y Nicolás, en la UBA y la Universidad de Palermo.
Compraron la casa que existía en esa esquina y después de vivir un tiempo en la propiedad, decidieron demolerla para construir el que sería su nuevo hogar, priorizando el mejor aprovechamiento del espacio.
Si bien sabían que construir en ese terreno era un desafío, en 2016 pusieron manos a la obra para diseñar un ámbito donde pudieran manipular la escala, lograr la integración de los espacios y aprovechar al máximo la verticalidad.
El objetivo era “vivir con el exterior”, como cuenta Nicolás. La casa original tenía un terraza que era muy poco utilizada y no tenía ni siquiera un patio. El desafío al que se enfrentaron fue lograr en un terreno pequeño, “tener la expansión propia de una casa”.
La idea de esta pareja de arquitectos fue utilizar materiales nobles, lograr continuidad entre los ambientes, aprovechar al máximo la luz natural y maximizar el uso de los espacios para cubrir las necesidades de su vida cotidiana.
Nicolás explica que a la hora de decidir con qué construir, optaron por los ladrillos cementicios, algo completamente diferente al resto de las construcciones del barrio. Parte de esa decisión se basó en el hecho de conocer que los tradicionales ladrillos rojos se fabrican con tierra fértil y que, a su criterio, no deberían estar permitidos.
El concepto del proyecto fue evidenciar lo importante de las características del espacio, acotar la paleta de materiales y colores para expresar lo “esencial de las cosas”, dice Nicolás.
Ambos arquitectos explican que el estudio construye principalmente casas, si bien también han proyectado espacios públicos y propiedades de escala media. “Uno de los arquitectos en los que me inspiro es Louis Cam porque entre sus enseñanzas dice que un espacio que no está calificado por la iluminación natural no es un espacio de arquitectura”, cuenta Nicolás.
El arquitecto explica cuáles son los matices que atraviesan su obra, rescatando la tradición: “la forma de disponer un edificio en el paisaje, las manipulaciones sutiles de la luz, la escala discreta, la articulación de los volúmenes y la combinación de materiales tradicionales utilizados con técnicas contemporáneas”.
Pinto da Mota explica que al proyectar, trata de utilizar la “cualidad asociativa del pensamiento, recordar experiencias personales del habitar, porque este registro lleva asociado un saber cultural, que es el mayor valor de un arquitecto. El trabajo de proyectar es un proceso que comienza y vuelve al hecho del habitar” dice. Y agrega sobre la importancia de tener la mirada orientada: “porque nadie mira un sitio de igual modo si lo que va a poner ahí es una oficina o una casa”.
Casa Esquina condensa un estilo despojado, materiales nobles, la utilización de la luz natural y fundamentalmente el aprovechamiento al máximo de un espacio reducido para que cumpla con las necesidades y expectativas de sus ocupantes.
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