miércoles, 19 marzo, 2025
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Somos conexionistas. Una pareja de mecenas muda su casa a la Casa

Una memoria recibe al visitante en el primer piso de la Casa Nacional del Bicentenario. Es un díptico con dos retratos en lápiz sobre papel, correspondiente a distintas ediciones del libro Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar (Sudamericana), realizados en 2018 por Lucas di Pascuale, un artista cordobés. Joaquín Rodríguez le regaló esta obra a su pareja, Abel Guaglianone, ambos coleccionistas, para su vigésimo aniversario, hace siete años. “Cuando nos conocimos con Abel, yo empezaba a leer este libro. Marguerite Yourcenar es su escritora favorita, y Memorias de Adriano, su libro preferido”, comparte Joaquín a LA NACIÓN unos días antes de la inauguración de la muestra Una casa. La casa. Lo doméstico deviene territorios.

Son miles las memorias y anécdotas que albergan las doscientas obras de ciento veinte artistas de trece provincias argentinas, que conforman la colección federal que esta pareja viene armando desde 2013. Impulsados por la curiosidad de conocer el arte argentino en toda su extensión, comenzaron a recorrer ferias en distintos lugares del país, para conocer qué pasaba en otras provincias más allá de Bueno Aires, y entender “de qué se trata el arte argentino contemporáneo”, según cuenta Joaquín. Fueron entonces al encuentro con el arte en Buenos Aires, Chaco, Chubut, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Misiones, Salta, Santa Fe y Tucumán.

Una obra de Mónica Rojas, en la muestra de los coleccionistas Joaquín Rodríguez y Abel Guaglianone en la Casa Nacional del Bicentenario Rodrigo Cabezas

La colección de Joaquín y Abel empezó a gestarse en 1998, como un plan para compartir una actividad y tener arte en la casa. Sin embargo, el cuerpo de obra para esta muestra está conformado por las piezas adquiridas entre 2013 y 2024 durante esos viajes. Es aquel mundo de memorias domésticas el que aterriza ahora en esta casa cultural en Buenos Aires, trayendo al espacio público, el privado; y conectando, como un puente visual, al interior del país con la capital.

“Estamos inaugurando la primera muestra federal que existe en Buenos Aires. Nunca se hizo una muestra federal; y menos privada. Gracias a todos por ser parte de esta historia”, dijo Abel Guaglianone durante el brindis de la inauguración.

En esta muestra, en la cual el territorio devino doméstico y lo doméstico, público, todo se conecta. El público podrá ver un recorte del panorama de la escena contemporánea argentina. “Se trata de pensar el campo y la escena argentina de una manera mucho más heterogénea, dinámica, y de poner en valor lo que está sucediendo por fuera de la capital, por sí mismo, no en contraposición, sino desde su propio valor estético conceptual, desde su propia realidad estética”, reflexiona la curadora Analía Solomonoff en diálogo con LA NACION. ¿Cómo es el arte contemporáneo argentino? ¿Existe un hilo conductor?, pueden ser preguntas disparadoras para pensar durante el recorrido.

«La Venus de Taragüí», en la muestra de los coleccionistas Joaquín Rodríguez y Abel GuaglianoneRodrigo Cabezas

“Nuestra opción como coleccionistas no se limita sólo a la adquisición de obra, sino que busca generar vínculos. Hay un montón de actores que participan y que hacen posible que exista el sistema del arte. Ese es el lugar donde nos sentimos cómodos, para que el ecosistema siga creciendo, madurando, se siga potenciando y ganando peso”. “No somos más coleccionistas, somos conexionistas”, complementa Abel.

Es interesante el gesto pictórico que se aplicó como decisión curatorial para visibilizar la transición de lo privado a lo público. Para tal fin, se trasladó el color gris oscuro de las paredes de la casa de Joaquín y Abel a algunos de esta casa nacional. Entonces, los muros grises de la casa de los coleccionistas, conviven con los blancos de la institución nacional, permitiendo un encuentro y un diálogo visual. Además, las distintas alturas que tienen dos de las paredes de la sala [hay un muro que de abajo hacia arriba mide 1,20 metros, y otro que empieza arriba y baja 1,40 metros, lo que hace que el visitante se tenga que agachar para pasar al siguiente espacio]. Este juego de alturas habilita distintas perspectivas. “Convoqué a Paola Gallino a pensar el espacio juntas, a cómo dar cuenta, desde un sentido estético y poético, de cómo la casa de lo doméstico va a aterrizar en lo público”, explica Solomonoff.

Lo abstracto, la naturaleza, el hombre

La muestra se organiza en tres núcleos conceptuales. El primero está dedicado al arte abstracto; en el segundo, la temática es la naturaleza; y en el tercero se aborda al hombre, la sociedad y la cultura. “Estos tres momentos se tocan todo el tiempo. El espacio permite tener distintos ángulos. Si estás viendo una sala, puedes ver otras más, como en capas -agrega la curadora-. El recorrido es libre, laberíntico, pero en vez de perder, potencia; libera al espectador de una lectura rígida de tres momentos”.

Las obras de arte abstracto del primer módulo marcan un génesis, en sintonía con el comienzo de la actividad como coleccionistas de Joaquín y Abel. “Nuestro interés por el arte empezó con el arte moderno abstracto”, explica Joaquín. Las formas celulares de la obra Múltiples estados posibles (2023), un políptico de piezas realizadas con lápices de color negro y azul sobre papel kraft, del chaqueño Andrés Bancalari, resuenan con el concepto de inicio, de lo que nace. Enfrente, otro políptico titulado Temporada Kandinsky (2017), del cordobés Manuel Molina desglosa y aísla en cuarenta acuarelas, una imagen de Kandinaky, en el intento de identificar restos de figuración en la abstracción.

En el último de los tres módulos en los que está organizada la muestra predominan los retratos y las figuras humanasRodrigo Cabezas

El núcleo de arte abstracto transporta al espectador a diferentes coordenadas del país, con paisajes que van desde la flora submarina, hasta los valles, los bosques y las montañas nevadas. Una carpa, también del cordobés Manuel Molina, en medio de esta naturaleza imaginaria llama la atención. En referencia a una obra de la artista británica Tracey Emin, Todas las personas con que me he acostado, en esta obra titulada Todas las ideas con las que me he acostado (2013 – 2016), Molina bordó dentro de su carpa esos pensamientos e ideas que ha tenido como artista. En esta sección, una obra de fotografía abstracta de la salteña Clara Johnston lleva escrita la palabra In situ. En esta obra se inspiró el nombre del premio In Situ que los coleccionistas vienen dando desde 2022, desde el cual financian proyectos artísticos para todo el país excepto de la capital.

En el último módulo prepondera el hombre. Hay retratos, como los que se ven en la obra Retrato de artista (2013 – 2015), de la cordobesa Majo Arrigioni, quien retrató a artistas visuales, actores y escritores de su provincia. Un políptico de rostros tapados con las manos titulado Uno que no I, II, III y IIII, de Ignacio Patuasso, de Rafaela, “nos introduce, con un poco de humor y angustia, al problema, y nos lleva al siguiente sector”, guía Joaquín, continuando a la próxima sala, en donde ahora el hombre está en sociedad y lidia con las problemáticas que la vida con otros naturalmente conlleva. El último espacio dedicado al hombre es onírico. La escultura de una cama está rodeada de cuadros surrealistas que transportan al visitante al territorio del sueño y de la imaginación.

Pie de página

El “pie de página” es un gesto curatorial visible en el recorrido. “Te vas encontrando con frases que te van, de alguna manera, permitiendo explorar nuevas lecturas de eso que estás viendo; te llevan a otro momento, te proponen trasladarte, te dan una cierta libertad para reinterpretar lo que la curaduría está proponiendo”, explica Solomonoff sobre la decisión de distribuir las obras de la colección con contenido escrito entre los distintos núcleos temáticos.

“Y lleva vivos y lleva muertos”, dice un cuadro de tierra apelmazada sobre papel, del cordobés Rodrigo Shiavoni. “Arte”, dice una obra en lapicera sobre cartón, de Carlos Garnica, de La Plata. “Renuncié a la necesidad de convencer al otro”, dice la obra del tucumano Gustavo Nieto. “Disolución de la contemplación”, sugiere un óleo sobre tela de Edgar Murillo, de Jujuy. “Creo que esta muestra plantea, de alguna manera, volver a la contemplación, animarla. Que te llame la atención una obra, que te quedes, que preguntes quién es el artista, por qué esa obra”, reflexiona Joaquín durante el recorrido.

«Una casa. La casa. Lo doméstico deviene territorios» es una muestra federal Rodrigo Cabezas

Aparte de esta colección federal privada, en el tercer piso de la casa se exhiben las 41 obras de los artistas y galeristas que han ganado el premio In Situ, que Joaquín y Abel entregan desde el año 2022, para reconocer el talento emergente en las ferias de arte provinciales. Anualmente, los coleccionistas organizan también el Premio en Obra de ArteBA.

La muestra Una casa. La casa. Lo doméstico deviene territorios puede visitarse desde hoy al domingo 8 de junio, de miércoles a domingos de 15 a 20 en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985). Entrada gratuita.

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