Nota extraída del sitio web de la Liga Internacional Socialista.
Las escenas de vehículos de la Oficina de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) huyendo bajo una lluvia de piedras, ladrillos y todo tipo de proyectil improvisado por filas de personas apuntando a los agentes de la migra, tan odiados por el daño y el terror que siembran en sus comunidades. Un vehículo de ICE en llamas en medio de una intersección rodeado de personas lanzando fuegos artificiales, tomándose selfies e incluso bailando sobre el coche calcinado. Multitudes sobre un paso elevado lanzando objetos contra los policías en sus autos, rompiendo parabrisas y obligándolos a retirarse rápidamente con los escudos en alto. Filas de policías fuertemente armados disparando balas de goma y gases lacrimógenos contra multitudes de manifestantes anti-ICE con total desprecio y la clara intención de herir y provocar, y la gente defendiéndose con tapas de basura, sillas metálicas y otros objetos resistentes como escudos. Miles y miles saliendo a las calles para sumarse al levantamiento, ondeando banderas mexicanas, centroamericanas y palestinas, incluso con el régimen de Trump desplegando tropas de la Guardia Nacional por toda la ciudad.
Estas son algunas de las imágenes del levantamiento contra ICE en Los Ángeles en junio de 2025, enfrentamientos callejeros entre los sectores más oprimidos y explotados de la clase trabajadora y los agentes fuertemente armados de ICE—la Gestapo estadounidense.
ICE desatada en la sombra de la guerra imperialista
ICE fue creada en 2003, en un período de gran inversión estatal en capacidades militares y represivas tras los ataques del 11 de septiembre. El entonces presidente George W. Bush—con amplio respaldo del Partido Demócrata—lanzó la invasión (y ocupación de 20 años) de Afganistán en octubre de 2001 bajo el nombre de “Operación Libertad Duradera”. En su discurso sobre el Estado de la Unión de 2002, Bush declaró que el Estado estadounidense iniciaba una “guerra contra el terrorismo” global y generacional, comenzando con su intención de atacar a las naciones del “Eje del Mal”: Irak, Irán y Corea del Norte. El 20 de marzo de 2003, Estados Unidos invadió y ocupó Irak bajo el nombre de “Operación Libertad Iraquí”. Desde entonces, analistas han documentado que Estados Unidos ha llevado a cabo acciones militares—como invasiones, ocupaciones, bombardeos, ataques con drones, operaciones especiales, asesinatos selectivos, asesorías y entrenamientos militares—en 78 países, provocando la muerte de casi 5 millones de personas.
Si bien los ataques del 11-S sirvieron como pretexto, el Estado estadounidense ya venía preparándose para una nueva fase de guerra imperialista con el fin de reafirmar su hegemonía militar en Medio Oriente, Asia y otras regiones del mundo. Esto se expresó claramente en la influencia que obtuvo el think tank de derecha de la clase dominante conocido como “Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense” (PNAC, por sus siglas en inglés), que desde 1997 abogaba por una política internacional más agresiva e intervencionista. PNAC promovía la guerra preventiva, el cambio de régimen y la ocupación neocolonial para reafirmar la “primacía estadounidense” frente a sus rivales y enemigos imperiales en ascenso.
Desde 2001, el gasto militar ha aumentado dramáticamente, con el Pentágono gastando más de 14 billones de dólares para financiar guerras y ocupaciones. Este es el contexto en el que el Estado estadounidense abrió un frente interno en su guerra generacional, con la creación del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) y la Oficina de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
En 2003, el Estado estadounidense—de forma bipartidista—fusionó 22 agencias federales de aplicación de la ley bajo el DHS, creando un aparato represivo estatal de gran alcance a nivel interno. ICE fue creada para reprimir las llamadas “amenazas a la seguridad nacional” dentro del territorio estadounidense, otorgando a sus agentes amplias facultades y discrecionalidad para vigilar, perseguir, detener y deportar a quienes consideren “individuos que representan una amenaza para la seguridad pública o nacional”.
Desde su origen, ICE se convirtió en una agencia policial excepcional, con licencia para operar sin supervisión, sin rendir cuentas, y con total impunidad. Su carácter extralegal ha permitido que ICE se politice profundamente, que reclute agentes de extrema derecha, racistas y violentos, y que sea instrumentalizada y utilizada por regímenes reaccionarios y supremacistas blancos con fines políticos explícitos.
ICE como arma de guerra de clases y represión política
ICE fue desplegada inicialmente a través del “Programa Nacional de Operaciones contra Fugitivos” para vigilar, arrestar y deportar a personas árabes, musulmanas y de Medio Oriente provenientes de más de 20 países fijados como objetivo. Su enfoque luego giró hacia los trabajadores indocumentados de México, Centroamérica y el Caribe tras las movilizaciones masivas de trabajadores migrantes en 2006, donde más de 3 millones participaron en huelgas, marchas, boicots y paros exigiendo la legalización. Entre 2006 y 2007, ICE llevó a cabo cientos de redadas en más de 100 ciudades y pueblos del país, en fábricas, campos, hogares y espacios comunitarios.
ICE fue utilizada para arrestar trabajadores que organizaban sindicatos, protestaban en sus lugares de trabajo o de algún modo participaban en la lucha de clases en diversos lugares del país. Numerosos activistas indocumentados fueron identificados y perseguidos por su militancia política. A través de estas operaciones y redadas, más de 80.000 personas fueron arrestadas y deportadas sólo entre 2006 y 2007. El objetivo del Estado al usar ICE es “neutralizar” el movimiento de trabajadores migrantes mediante la detención y deportación masiva de sus sectores más combativos, organizados y resistentes.
El ataque estatal contra la clase trabajadora migrante y transnacional ha continuado desde entonces de manera bipartidista, utilizando la amenaza de arresto, detención y deportación para segregar, aterrorizar y precarizar a millones de trabajadores inmigrantes. Bajo estas condiciones, se les hace más difícil organizarse y resistir, y se les vuelve más vulnerables a una mayor explotación para extraer mayores ganancias para la clase capitalista.
La necesidad de contener, controlar e imponer el miedo permanente sobre la clase trabajadora migrante como parte integral del sistema capitalista estadounidense explica por qué tanto republicanos como demócratas han colaborado en el fortalecimiento de ICE y el aparato de detención y deportación a lo largo de sucesivos gobiernos. El DHS ha crecido exponencialmente, pasando de un presupuesto de 38 mil millones de dólares en 2003 a un inflado presupuesto de 103 mil millones en 2024.
La propuesta presupuestaria de Trump para 2025 (su llamada “gran y hermosa ley”), recientemente aprobada por la Cámara de Representantes, incluye 185 mil millones de dólares en nuevos fondos para la aplicación de leyes migratorias y fronterizas. Si se aprueba, esto duplicaría el presupuesto actual del DHS. En cuanto a ICE, se destinarán 45 mil millones para detenciones y 14 mil millones para deportaciones.
Desde la creación de ICE, la persecución y deportación sistemática de sectores de la clase trabajadora indocumentada se ha convertido en una política estructural (remociones dentro del país, sin contar expulsiones en la frontera). Bajo George W. Bush (2000-2008), más de 2 millones fueron deportados; bajo Barack Obama (2009-2016), más de 3 millones, a pesar de haber sido electo prometiendo legalización; bajo Trump I (2017-2020), 1.2 millones; y bajo Biden (2021-2025), más de 400.000, con millones más expulsados en la frontera, pese a su campaña prometiendo suspender las deportaciones y aprobar una legalización general.
El carácter represivo de ICE como instrumento contra el sindicalismo y la disidencia política se evidenció recientemente cuando ICE arrestó activistas y simpatizantes pro-palestinos. Las detenciones de alto perfil de Mahmoud Khalil y Mohsen Mahdawi—ambos residentes legales en proceso de obtener la ciudadanía—muestran cómo el Estado ha ampliado la represión incluso a quienes no son indocumentados. Más de 1.000 personas han perdido sus visas o estatus migratorio por presunto activismo pro-palestino.
El uso de ICE como arma estatal contra la clase trabajadora y los opositores políticos del imperialismo estadounidense y el sionismo revela tanto la profundidad de la crisis de legitimidad del Estado como el nivel de violencia al que está dispuesto a recurrir para reprimir la disidencia contra los objetivos económicos e imperialistas de la clase capitalista estadounidense.
Hacia la resistencia masiva—y la abolición de ICE
La intensificación de las actividades de ICE contra trabajadores migrantes y activistas políticos ha ido en aumento durante la última década. Desde el gobierno de Obama, ICE se ha integrado a labores nacionales de vigilancia y represión de protestas. Por ejemplo, agentes del DHS e ICE fueron desplegados en múltiples ciudades para reprimir las protestas de Black Lives Matter entre 2014 y 2021. En Portland, Oregón, agentes federales utilizaron vehículos sin identificación para seguir, secuestrar y encarcelar manifestantes durante las movilizaciones.
La oposición contra ICE ha ido creciendo en años recientes. En 2017-18, surgió un movimiento nacional bajo el nombre de “Occupy ICE” que bloqueó y saboteó operaciones de ICE en diversas ciudades. Esta lucha levantó la consigna “abolir ICE” de forma práctica: impedir su funcionamiento. Su impacto fue tal que incluso algunos políticos demócratas fingieron apoyarlo—Alexandria Ocasio-Cortez, Elizabeth Warren, Kirsten Gillibrand, Bernie Sanders—para luego retractarse tras las elecciones.
Durante el ciclo electoral de 2024, tanto demócratas como republicanos intensificaron su respaldo a la represión migratoria. Sin alternativa alguna ante las crisis recurrentes del capitalismo y la decadencia imperial, ambos partidos capitalistas coincidiero en una embestida total contra inmigrantes, refugiados y trabajadores transnacionales. La complicidad de los demócratas en girar el terreno político contra los inmigrantes habilitó al racista y reaccionario de Trump a escalar su retórica fascista, movilizar a su base de apoyo (incluyendo ICE y la Patrulla Fronteriza) y declarar la guerra contra los inmigrantes como eje central de su segundo mandato—con los demócratas como cómplices o en silencio.
Para que la lucha contra ICE avance y golpee con mayor fuerza, debe extenderse con acciones coordinadas y militancia como la que hoy se vive en Los Ángeles.
Estas últimas semanas han mostrado el potencial de un movimiento de resistencia masiva y combativa contra ICE, el régimen de Trump y todo el aparato represivo que sostiene al capitalismo estadounidense. En lugares como Worcester (Massachusetts), San Diego (California), Minneapolis (Minnesota) y otras ciudades ha habido enfrentamientos comunitarios contra redadas de ICE. El levantamiento en Los Ángeles demuestra que tenemos el número, la fuerza y la capacidad para interrumpir y derrotar las operaciones de ICE, y expulsar a estos invasores de nuestras comunidades.
Las últimas semanas y días muestran el potencial de un movimiento de resistencia masiva y combativa contra el ICE, el régimen de Trump y todo el aparato represivo estatal que sustenta el sistema capitalista estadounidense. Se han producido varias confrontaciones comunitarias contra las redadas del ICE en Worcester, Massachusetts; San Diego, California; Minneapolis, Minnesota; y en varias otras partes del país. El levantamiento actual en Los Ángeles demuestra que tenemos la fuerza, el poder y la capacidad para desmantelar y derrotar las operaciones del ICE, y expulsar a estos invasores de nuestras comunidades.
Para que la lucha contra el ICE crezca, avance y asista más golpes y derrotas a ICE, se necesitarán más acciones coordinadas de confrontación y disrupción en más ciudades, con la combatividad que estamos viendo en Los Ángeles. Esto requerirá mayores niveles de organización, planificación y participación. Para construir un movimiento de masas capaz de derrotar al ICE, también es necesario comprender, diseñar estrategias y organizarse para la abolición total de la agencia. Los actos de disrupción masiva pueden debilitar las operaciones del ICE y, con una organización y una orientación radicales, pueden inspirar a más sectores a unirse a la resistencia. Más importante aún, un movimiento de masas contra ICE puede extenderse a los lugares de trabajo con huelgas capaces de perjudicar la economía capitalista y, por lo tanto, su propia capacidad de funcionamiento. El poder de la clase trabajadora para paralizar la producción capitalista es su mayor potencial. Una amenaza de huelga general en la industria aérea en 2019 obligó a Trump a ceder durante el cierre del gobierno federal que buscaba obligar al Congreso a financiar la expansión del muro fronterizo.
Como arma instrumentalizada de la guerra de clases, utilizada abiertamente contra la clase trabajadora, la existencia misma y las continuas operaciones terroristas del ICE están directamente relacionadas con la necesidad de la clase capitalista de subyugar a los segmentos más resistentes de la clase trabajadora y hacerlos vulnerables a la superexplotación para enriquecer a los capitalistas. ICE también es un arma cada vez más utilizada para reprimir a disidentes políticos y críticos abiertos del régimen actual, para que este pueda continuar con sus esfuerzos bélicos imperialistas y llevar a cabo el genocidio en Gaza. Si logramos unirnos y construir movimientos de resistencia masiva contra el ICE, no solo alcanzaremos nuestro potencial para desestabilizarlo y detenerlo, sino que también podremos tomar conciencia de nuestro potencial y capacidad para derrotar y derrocar el propio sistema capitalista, el que ha engendrado las monstruosas atrocidades del terrorismo de ICE, Trump, el imperialismo estadounidense, la guerra sin fin y el genocidio.
Por Colectivo Editorial Punto Rojo