En las próximas semanas el equipo del Deutsche Bank que tiene entre sus manos la elección de un candidato para quedarse con la filial argentina de Carrefour elevaría una primera propuesta al equipo especial de fusiones y adquisiciones que tiene la compañía francesa en París.
Como ya sucede con otras multinacionales que se batieron en retirada, esta vez se la disputan palmo a palmo dos firmas del rubro pero de capital nacional.
Un caso es Coto de la familia del mismo apellido y el otro, Francisco de Narváez, que en 2020 compró la estadounidense Walmart y la transformó en ChangoMás. Puede haber otra sorpresa en esa pequeña lista, con la familia Braun, dueña de supermercados La Anónima.
En el camino hubo varios interesados que prefirieron dejar pasar la oportunidad. Entre ellos el fondo Inverlat, que tiene entre sus activos a los alfajores Havanna. Allí mencionaron que el retail es un negocio de alta complejidad y que esta es una etapa más para la consolidación que para la expansión.
El tamaño de Carrefour, además, hace que a simple vista pueda parecer difícil gobernarla. Carrefour cuenta con 17.000 empleados. Precisamente ese tamaño es lo que habría echado atrás a otros competidores como Manuel Antelo y la uruguaya Tienda Inglesa, aunque nada está del todo cerrado por ahora.
El precio orilla US$ 1.000 millones, aunque podrían aceptar vender por partes.
Eso sí, hay interesados más involucrados que otros. Alfredo Coto habría armado un equipo con su hijo Germán al frente. Y contrató a la asesora en fusiones y adquisiciones S+R de Fernando Cinalli con el asesoramiento de Isela Costantini. Les interesan las 690 sucursales de Carrefour con llegada en 22 provincias y 100 municipios, lo que marca el liderazgo de los franceses en el rubro de supermercados.
Carrefour cuenta con un banco de servicios financieros, clave en un sector en el que el manejo del dinero hace la diferencia. Y posee varias propiedades valiosas en ubicaciones estratégicas de alguno de sus hipermercados y del formato Maxi. No es el caso de los Express.
En cuanto a De Narváez, que ha deslizado que se siente como el seguro ganador, la ecuación le cierra porque le permitiría ir hacia nuevos formatos con ChangoMas. Es una escala que le permite multiplicar su poder de negociación con los proveedores. En los bancos se comenta que estaría gestionando créditos para la millonaria compra.
En las tratativas estaría la eexigencia al comprador de dejar de utilizar la marca Carrefour que es muy reconocida globalmente dado que son los segundos en el planeta después de Walmart. Habría más tironeos por los posibles juicios laborales futuros y otras contingencias que se suelen descontar del precio.
Carrefour tomó la decisión de irse a partir de la ventana que se abrió con la salida del cepo que aunque parcial para el sector privado, es la posibilidad de disponer de divisas. Los otros factores se resumen en la definición de un supermercadista: “El consumo en Argentina ha reducido su tamaño, estamos hablando de un mercado de 25 o 20 millones de habitantes ya que el resto no llega. El país es como Chile pero sin reglas”.
Para otros, con la estabilidad le llegó a Carrefour la hora de la cirugía mayor. Es que en el país con inflación el negocio era ganar participación de mercado en base a vender mucho volumen en sus distintos formatos, el Maxi para el segmento mayorista, el hiper o los express como locales de cercanía.
Trascendió que los gerentes locales han defendido antes sus jefes en París la presencia en Argentina. Eso sí, admitieron que cuesta ganar plata en un escenario de precios a la baja y que la necesidad de eficiencia requiere otro tipo de organización. Carrefour llegó a la Argentina en 1982 en plena guerra de Malvinas. Abrió su primer hipermercado en San Isidro.