Cada verdulería porteña desecha un promedio de 22 kg de frutas y verduras por día, un problema que genera pérdidas económicas y ambientales significativas
Detrás de los coloridos mostradores de las verdulerías porteñas se esconde un drama silencioso: toneladas de frutas y verduras terminan en la basura cada día: un reciente estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA sacó a la luz una realidad alarmante: las verdulerías de Buenos Aires desechan diariamente una cantidad considerable de frutas y verduras. Cada establecimiento, en promedio, tira a la basura 22 kilos de productos frescos. ¿Cuál es la magnitud del problema y cuáles son sus implicancias para el ambiente, la economía y la seguridad alimentaria?
Imaginen multiplicar esos 22 kilos por las miles de verdulerías que hay tan solo en la ciudad. “Cada día van a rellenos sanitarios cerca de 50 toneladas de residuos orgánicos”, afirma Victoria Terza, integrante del Observatorio de Higiene Urbana de la Ciudad. ¿Por qué se desperdicia tanta comida? Las razones detrás de este desperdicio son múltiples y complejas:
- Estándares estéticos: los consumidores suelen preferir frutas y verduras perfectas, sin manchas ni imperfecciones. Esto lleva a que muchos productos en buen estado sean descartados por no cumplir con estos estándares.
- Exceso de producción: en algunas épocas del año, la producción de ciertos productos supera la demanda, lo que genera excedentes que terminan en la basura.
- Falta de infraestructura: la falta de cámaras frigoríficas adecuadas y de sistemas de distribución eficientes contribuye a la pérdida de alimentos.
- Desconocimiento: muchos verduleros desconocen las técnicas de conservación de alimentos y las oportunidades de donación por falta de información pública e incentivo para mejorar la gestión de residuos.
El desperdicio alimentario en las verdulerías porteñas es solo un ejemplo de un problema mucho más amplio que afecta a todo el planeta. A nivel mundial, se estima que un tercio de los alimentos producidos se pierde o se desperdicia a lo largo de la cadena alimentaria.
Las consecuencias de este despilfarro son múltiples y graves:
- Impacto ambiental: la producción de alimentos requiere grandes cantidades de recursos naturales, como agua y tierra. El desperdicio de alimentos contribuye al cambio climático al generar metano, un potente gas de efecto invernadero.
- Inseguridad alimentaria: mientras millones de personas en el mundo pasan hambre, una cantidad significativa de alimentos se desecha. Esta paradoja evidencia la necesidad de mejorar la distribución y el aprovechamiento de los alimentos.
- Pérdidas económicas: el desperdicio alimentario representa una pérdida económica significativa para productores, distribuidores y consumidores.
La tecnología ofrece soluciones innovadoras para reducir el desperdicio alimentario y mejorar la gestión de los residuos orgánicos:
- Sistemas de gestión de inventario inteligentes: estos sistemas permiten un mejor seguimiento del stock y predicción de la demanda, evitando la sobreproducción y el desaprovechamiento de los productos.
- Aplicaciones móviles: aplicaciones que conectan a productores y consumidores, facilitando la venta de productos a punto de caducar a precios reducidos.
- Embalajes biodegradables: el uso de materiales biodegradables y compostables puede reducir el impacto ambiental de los residuos alimentarios.
No caben dudas de que la mala gestión de los residuos orgánicos se traspola a la también a los hogares. Sin embargo, hay varias acciones simples que nos permiten reducir el desperdicio alimentario. Las siguientes son algunas de las soluciones más sencillas y que cada uno de nosotros puede realizar:
- Comprar solo lo necesario: el exceso aumenta las probabilidades de que se venza el alimento orgánico. Planificar las comidas y comprar solo lo que vamos a consumir.
- Valorar los alimentos con imperfecciones: combatir los prejuicios que conllevan a no elegir frutas y verduras solo por su aspecto: la mayor perfección física muchas veces está relacionada con agregados artificiales utilizados con el fin de “maquillar” la naturaleza del vegetal.
- Apoyar a los bancos de alimentos: donar alimentos en buen estado que no vamos a consumir.
- Compostar los residuos orgánicos: transformar los restos de comida en abono para nuestras plantas en un claro ejemplo de reutilización de residuos.
- Exigir a los comercios prácticas más sostenibles: elegir comercios que reduzcan el desperdicio y ofrezcan productos de temporada.
En nuestro país, si bien existen iniciativas para reducir el desperdicio alimentario, como los programas de la mencionada donación de alimentos y la promoción del compostaje doméstico, aún queda mucho por hacer. Es necesario fortalecer y sostener la infraestructura adecuada, crear programas de concientización alimentaria y ejecutar políticas públicas específicas para lograr un abordaje más integral a una problématica que sigue increyendo a nivel nacional e internacional.
Fuente: SLT