Bibiana Amado, doctora en Ciencias del Lenguaje, especializada en alfabetización intercultural y profesora de la UNC, sostiene que el proceso de alfabetización inicial, tal como lo explica la investigadora Ana María Borzone, integra el desarrollo de habilidades relacionadas con conocimientos sobre la escritura como práctica social, el sistema de escritura y el estilo de lengua escrita. “En contextos alfabetizados, los niños van adquiriendo estas habilidades de modo simultáneo. De esa forma, al observar a sus padres o a sus hermanos mayores, pueden imitar acciones de lectura y de escritura desde pequeños”, dice. En ese proceso -agrega- aprenden que la escritura es lenguaje, aún cuando no puedan decodificar el sistema.
“Estos aprendizajes se incluyen dentro de los conocimientos de la escritura como práctica social, que permiten identificar las acciones y las intenciones relacionadas con la escritura en términos de comunicación”, explica.
El fiscal Gavier dictó la preventiva del exsubjefe de la Policía Alejandro Mercado, quien continuará en prisión
Amado indica que, a la vez, cuando los niños escuchan canciones o poemas van descubriendo palabras que riman. Esto es “una destreza básica para el desarrollo de la conciencia fonológica”, entendida como el conjunto de habilidades que permiten el análisis de los sonidos que forman una palabra. “Para que los niños se inicien en el dominio de los conocimientos del sistema de escritura, es esencial que desarrollen conciencia fonológica, lo que permitirá que logren aislar los fonemas o sonidos de las palabras. A medida que van aprendiendo a analizar esos sonidos y a reconocer y a trazar letras, pueden desarrollar el principio alfabético, lo que hace posible la correspondencia entre los sonidos y las letras”, detalla.
De esa forma, aprenden a escribir y a leer palabras que se encuentran de modo aislado o formando parte de diversos textos. Estas habilidades que se adquieren de modo progresivo -dice Amado- forman parte de los conocimientos sobre el sistema de escritura.
“Los conocimientos sobre el estilo de lengua escrita pueden iniciar su desarrollo a edades muy tempranas y se sostienen a lo largo de la vida, dado que, a medida que crecemos, aprendemos nuevas formas discursivas relacionadas con contextos de formación más específicos”, concluye.