La captura de tiburones desde hace tiempo dejó de ser exclusiva de reducidos grupos de especialistas: cada vez son más los aficionados que se unen a esta pesca con devolución que involucra unas 55 especies sólo en nuestro Mar Argentino, algunas residentes permanentes y otras que migran de manera estacional a zonas costeras. Los cazones y bacotas son las dos más presentes, y pican en algunos puntos clásicos que se distinguen por profundas canaletas.
Los puntos más tradicionales, si buscamos grandes trofeos, son el faro Querandí, Mar Chiquita y Bahía San Blas. Si no somos tan exigentes, podemos hurgar en otros buenos pesqueros de las zonas de Pinamar, Punta Medanos, Monte Hermoso, Claromecó y Bahía Blanca. Hacia el sur, el camino de la costa rionegrina es uno de los mejores para la actividad, y entre sus rincones se destacan Bahía Creek, Bahía Rosas y La Ensenada, sin descontar otros espacios agrestes que son elegidos por muchos aficionados para probar suerte con esta pesca calificada.
El día soñado
Junto a Gastón Simino, Germán Rigane (referente y guía de la zona del faro Querandí y aledaños) y Nahuel Fernández (gran ayudante en esta jornada), llegamos con un vehículo doble tracción al sector de barco hundido. Eran las 7 de la mañana, momento en que el sol comenzaba a reflejarse sobre el mar. Por relevamientos previos con resultados de buenos cazones y bacotas que superaron los 100 kg, el guía sabía con precisión adónde apostarse. El scouting previo de esta gente muchas veces resulta fundamental si no queremos perder tiempo en lograr un buen trofeo. Además, suele proveer de equipos para pesca pesada que no todos tenemos siempre al alcance de la mano o el bolsillo. En este caso fueron cañas de 4 m de acciones superiores al 10; también reeles del tamaño 6/0 de marcas prestigiosas con frenos y embragues aptos para soportar las corridas de los tiburones, y con alta capacidad de carga: no menos 600 m de nylon de buena calidad y 0,70 mm de diámetro. Otro equipo fundamental provisto por el guía fue el dron para el lanzamiento del aparejo, ya que permite llevar las líneas a más de 100 m de distancia mar adentro.
Las playas del faro Querandí se encuentran entre Mar Azul y Mar Chiquita. Y se accede por dos vías: una es la famosa arenera Galatti, en el Km 429,5 de la RP 11 donde, tras el abono de un canon, se accede a la costa. El segundo es libre: si se ingresa por Mar Azul hay que tomar la Calle 3 hasta la 47 y en el Camping de Ingenieros girar a la izquierda. Allí hay una bajada para vehículos de doble tracción. El área de pesca se distingue por profundas canaletas y por las dificultades en el acceso debido a los arenales no compactados que rodean el lugar. Por ende, además de una 4×4 son fundamentales los conocimientos de manejo sobre arena, de ahí que aconsejamos ir con guías avezados: la jornada se hace más fácil y menos agotadora, ya que son más de 20 km de trayecto hasta el sector de pesca de los barcos hundidos, el point de canaletas más profundas donde habita esta especie.
Los piques
Apenas llegamos a la zona del barco hundido armamos las cañas y con un dron enviamos cinco líneas mar adentro, a unos 100 m de la costa. Sorprendentemente, el primer pique no tardó en cortar una línea. Así y todo, a media mañana pudimos dar con el primer ejemplar de cazón, tras la pelea muy combativa de un ejemplar que llegó a pesar 50 kg y luchó durante 20 minutos. Luego de las fotos de rigor fue devuelto a su hábitat sano y recuperado. Con el transcurrir de la mañana se fueron dando otros piques, hasta que llegó el bacota deseado: un luchador de más de 100 kg que dio pelea durante más de una hora. Tal es así que los cuatro pescadores debimos ir turnándonos en la caña cada 20 minutos debido a lo agotador que es este trabajo para los brazos. La técnica que utilizamos fue acompañar en línea recta el sedal y cada 100 m de acercamiento intercambiábamos la vara. Cuando llegó a la primera canaleta, entre dos pescadores lo izamos de la cola: el pez ya estaba cansado de batallar.
La técnica
Si bien los más avezados lo saben, los pescadores que se inician deben tener en consideración que, apenas se clava, el tiburón da una pelea de –como mínimo– 40 cansadores minutos, tanto para nosotros como para el pez que puede llegar a pesar 100 kg o más. La técnica es agotarlo para que se entregue, lo que nos hace caminar con la caña mas de 300 m (utilizar botitas de neoprene) antes de arrimarlo a la costa. Fundamental: no volver a tirar el aparejo en el mismo lugar donde se produjo un corte de línea.
En la jornada sacamos cuatro bacotas de unos 50 kg y otros dos que estimamos superaban los 100 y medían más de 2 m de longitud. Como marca la reglamentación, todos fueron inmediatamente devueltos a su hábitat. Un dato: durante los combates perdimos tres aparejos por cortes bruscos, que no hubo problema en reponer, el guía estaba preparado, había llevado más de media docena.
Pero no todo fueron tiburones: en la zona también está la alternativa de la pesca variada. Es decir, a la par que armábamos equipos para el tiburón lanzamos a la segunda canaleta equipos de variada de mar clásicos, formados por reeles de tamaño 5000 con cañas telescópicas de acción 7/8, de 4 m, y líneas de costa de un anzuelo del numero 5/0 con plomadas de 160 g. Como carnada, anchoíta fresca y langostino crudo atados con varias pasadas de hilo de goma.
Los piques tampoco tardaron en llegar: cada 20 minutos cosechábamos corvinas rubias de 2 kg, a las que se sumaban bagres de mar, brótolas y hasta un chucho de más de 20 kg que fue devuelto a su hábitat y dio una pelea de más 30 minutos para poder arrimarlo a la costa. En conclusión, el faro Querandí se encuentra con una pesca más que calificada. Vale la pena hacerse un viaje.